18 septiembre, 2020
Presentación
17 septiembre, 2020
HORACIO, EPISTOLAS I-2 a Máximo Lolio
Mientras tú, Máximo Lolio, declamabas en Roma, yo he releído en Preneste al poeta de la guerra troyana; y lo que es decente y lo que es deshonroso, y lo que es útil y lo que no lo es, lo dice con más claridad y mejor que Crisipo y que Crántor. Escucha por qué así lo creo, si tu atención no la reclama otro asunto.
Para
degollar a un hombre los bandoleros se levantan de noche; ¿no te despiertas tú
para salvarte a ti mismo? En todo caso tendrás que correr; si no quieres
hacerlo cuando estés sano, lo harás cargando con tu hidropesía. Y si antes de
que se haga de día no pides un libro y con él un candil; si no aplicas tu mente
al estudio y a lo que vale la pena, la envidia o el amor te torturarán sin
dejarte dormir. ¿Por qué te das tanta prisa en quitar lo que te hace daño en un
ojo, y en cambio, si algo te come el alma, dejas la cura para el año que viene?
El que ha empezado ya ha hecho la mitad del trabajo; ¡atrévete a ser sensato:
empieza! Quien da largas al momento de ponerse a vivir como debe, hace lo que
el paleto que esperaba a que el río pasara; pero el río corre y correrá rodando
por siempre.
Se
busca el dinero, se busca una esposa fecunda para criar hijos, y con el arado
se amansan bosques incultos; a quien le haya dado la suerte lo que es
suficiente, nada más ambicione. No hay casa ni finca, ni montón de bronce y de
oro que expulsen del cuerpo de su amo las fiebres ni de su alma las cuitas.
Conviene que el propietario tenga buena salud, si piensa disfrutar a su gusto
de las riquezas logradas. Al que ansia o al que teme, de tanto le valen casa y
riqueza como al cegato los cuadros, las cataplasmas al que sufre de gota, o las
cítaras al que está mal del oído porque se le ha acumulado el cerumen. Si el
vaso no está bien limpio, se pica cuanto eches en él.
Desdeña
los placeres, que el placer que con dolor se paga hace daño. El avaro siempre
anda escaso; pon un límite firme a tus ambiciones. El envidioso adelgaza por el
éxito ajeno; los tiranos de Sicilia no hallaron tortura mayor que la envidia.
Quien no controle la ira, deseará que no hubiera ocurrido lo que le aconsejó el
rencor de su alma, al apresurar el castigo violento por su odio y su afán de
venganza. La ira es una pasajera locura; domina tu ánimo, pues si no te
obedece, te manda; sujétalo con frenos, sujétalo con cadenas. El domador enseña
al caballo cuando su cerviz todavía está tierna a ir por donde el jinete le
indica; el cachorro de caza, sólo después de ladrarle al pellejo de ciervo en
la perrera, milita en los montes. Ahora, cuando eres joven, empapa tu pecho
puro de estas palabras; ponte ahora en las manos de los hombres más sabios. Los
aromas de los que se impregnó siendo nueva, el ánfora los guardará largo
tiempo. Y por si te quedas atrás o bien, lleno de afán, te adelantas, no
aguardo yo al rezagado ni me echo encima de los que van por delante.