18 septiembre, 2020

Presentación

Vamos a ver... Los griegos llamaban enkheiridion a todo lo que, pudiendo tenerse en la mano (en kheirí), fuera fácil de asir y manejar y estuviera disponible. Significaría, por tanto, desde un ramillete de flores hasta cualquier objeto pequeño y leve, intrumento, arma ligera o, también, vademecum siempre a punto para prestar auxilio. De eso trata este blog. Vale

17 septiembre, 2020

HORACIO, EPISTOLAS I-2 a Máximo Lolio

Mientras tú, Máximo Lolio, declamabas en Roma, yo he releído en Preneste al poeta de la guerra troyana; y lo que es decente y lo que es deshonroso, y lo que es útil y lo que no lo es, lo dice con más claridad y mejor que Crisipo y que Crántor. Escucha por qué así lo creo, si tu atención no la reclama otro asunto.


La fábula que cuenta cómo, por los amores de Paris, Grecia se enfrentó a la barbarie en un duelo tan largo, recoge las ven­toleras de reyes y pueblos estúpidos. Propone Antenor acabar con la razón de la guerra; ¿y qué dice Paris?: que no se lo puede obligar a reinar en paz y a vivir felizmente. Corre Néstor a arreglar las querellas entre Pelida y Atrida; al uno lo inflama el amor, y a los dos a un tiempo la ira. Siempre que desvarían sus reyes, son los aqueos los que se llevan el golpe. De sedición, de engaños y crímenes, de concupiscencia y de ira, mucho se peca dentro de Ilión y fuera de ella. En cambio, de lo que puede el valor y la sabiduría, nos propuso Homero un buen ejemplo: al prudente Ulises, que tras dominar a Troya fue a ver las ciudades y las costumbres de muchos pueblos, y sufrió en el ancho mar mil fatigas, por lograr el regreso para sí y para sus camaradas, sin hundirse en las olas de la adversidad. Lo del canto de las sirenas y lo de las copas de Circe lo sabes: si, necio y ansioso, igual que sus compañeros, se las hubiera bebido, habría quedado a merced de aquella ramera, deforme y embrutecido, llevando una vida de perro asqueroso, o de cerdo que se refocila en el fango. Nosotros somos del montón, nacidos para vivir de la tierra; zánganos que rondan a Penélope, juventud de Alcinoo, ocupada más de la cuenta en cuidarse el pellejo, para quienes estaba muy bien dormir hasta el mediodía y hacer venir al son de la cítara el sueño atrasado.

Para degollar a un hombre los bandoleros se levantan de noche; ¿no te despiertas tú para salvarte a ti mismo? En todo caso tendrás que correr; si no quieres hacerlo cuando estés sano, lo harás cargando con tu hidropesía. Y si antes de que se haga de día no pides un libro y con él un candil; si no aplicas tu mente al estudio y a lo que vale la pena, la envidia o el amor te torturarán sin dejarte dormir. ¿Por qué te das tanta prisa en quitar lo que te hace daño en un ojo, y en cambio, si algo te come el alma, dejas la cura para el año que viene? El que ha empezado ya ha hecho la mitad del trabajo; ¡atrévete a ser sensato: empieza! Quien da largas al momento de ponerse a vivir como debe, hace lo que el paleto que esperaba a que el río pasara; pero el río corre y correrá rodando por siempre.

Se busca el dinero, se busca una esposa fecunda para criar hijos, y con el arado se amansan bosques incultos; a quien le haya dado la suerte lo que es suficiente, nada más ambicione. No hay casa ni finca, ni montón de bronce y de oro que expulsen del cuerpo de su amo las fiebres ni de su alma las cuitas. Conviene que el propietario tenga buena salud, si piensa disfrutar a su gusto de las riquezas logradas. Al que ansia o al que teme, de tanto le valen casa y riqueza como al cegato los cuadros, las cataplasmas al que sufre de gota, o las cítaras al que está mal del oído porque se le ha acumulado el cerumen. Si el vaso no está bien limpio, se pica cuanto eches en él.

Desdeña los placeres, que el placer que con dolor se paga hace daño. El avaro siempre anda escaso; pon un límite firme a tus ambiciones. El envidioso adelgaza por el éxito ajeno; los tiranos de Sicilia no hallaron tortura mayor que la envidia. Quien no controle la ira, deseará que no hubiera ocurrido lo que le aconsejó el rencor de su alma, al apresurar el castigo violento por su odio y su afán de venganza. La ira es una pasajera locura; domina tu ánimo, pues si no te obedece, te manda; sujétalo con frenos, sujétalo con cadenas. El domador enseña al caballo cuando su cerviz todavía está tierna a ir por donde el jinete le indica; el cachorro de caza, sólo después de ladrarle al pellejo de ciervo en la perrera, milita en los montes. Ahora, cuando eres joven, empapa tu pecho puro de estas palabras; ponte ahora en las manos de los hombres más sabios. Los aromas de los que se impregnó siendo nueva, el ánfora los guardará largo tiempo. Y por si te quedas atrás o bien, lleno de afán, te adelantas, no aguardo yo al rezagado ni me echo encima de los que van por delante.